«Apaches»

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De cuando un “apache” hirió a dos guardias y a un sereno.


Historia de un “apache” por las calles del Madrid de principios del siglo XX.


La céntrica plaza del Progreso, en Madrid (actualmente plaza de Tirso de Molina), fue el escenario en el que un “apache”, hirió a dos Guardias de Seguridad y al sereno del lugar. Corría la madrugada del 23 de noviembre de 1911, cuando el “apache” Julio Tioux Martín, de nacionalidad francesa, estaba recorriendo los bares de la zona. Había decidido ahogar sus penas en alcohol, después de despedirse de la obra en que trabajaba, la construcción del Palace-Hotel. Había tenido muchas discusiones, por lo que fue reprendido en varias veces, hasta que tuvo un fuerte altercado con el encargado de la obra a quien amenazó, además de vanagloriarse de haber pertenecido a una banda de “apaches” de Montmatre, después de esto se despidió.

 

Durante la noche, informó al patrón de su domicilio en la calle Salitre, que estaba preocupado y se iba a dar un paseo para despejarse. Visitó varios “establecimientos de bebidas”. Sobre las cinco de la mañana,  un hombre de raza negra (que desaparecería en el revuelo), entró en el cafetín de la calle Mesón de Paredes número 21, pidiendo ayuda, ya que un extranjero le venía persiguiendo para matarlo. Poco después entró Julio, a quien señaló como su perseguidor, produciéndose gran alboroto, y llegando a amenazar a la concurrencia con un revólver. El propietario logró que abandonara el local, aprovechando que hasta la puerta se acercó el sereno José Menéndez Fernández, quien intentó apaciguarlo e identificarlo, como el “apache” continuó alterado y escapó sin hacer caso, el sereno contactó, como era preceptivo, con los guardias más cercanos: Benito Cotoli y José Artalejo, procediendo los tres juntos a identificar al alborotador y exigirle que entregara el arma. Antes de que pudieran llegar hasta él comenzó a disparar, haciendo blanco en el brazo de Cotoli y en el muslo de Artalejo, huyendo hacia la plaza del Progreso, hasta donde llegaron refuerzos de los guardias de la zona, los primeros los de la calle del Duque de Alba. El “apache” se encontró rodeado y sin munición en el revólver, aún así continuó luchando y los agentes tuvieron que emplearse a fondo, utilizando sus sables, uno de los cuales se rompió en la espalda del “apache”. Acudieron más compañeros y pudieron reducirlo, atándolo a una escalera para llevarlo a la Comisaría de Vigilancia del distrito de Inclusa, previo paso por la Casa de Socorro, donde le practicaron una primera cura a él, a los dos guardias heridos de bala y al sereno que presentaba múltiples contusiones. En el lugar se presentó el teniente de Seguridad a cargo de la fuerza, Joaquín Rivas, hacia quien dirigió el “vesánico protagonista de la batalla campal” su furia, intentando zafarse de la escalera y lanzarse sobre él. En comisaría siguió con esa actitud y al tener los brazos atados a la escalera, intentaba golpear con la pierna o hacerles presa con los dientes.

                        

Las diligencias fueron instruidas por el juez de distrito Centro Felipe de Santiago Torres, pasando a primera hora de la tarde al Juzgado de Instrucción. Se le tomó declaración con la ayuda de su hospedero, que hablaba francés y pudo traducir las palabras de Tioux. Tras declarar, el juez ordenó su traslado a la cárcel modelo, dónde fue ingresado en la enfermería. La versión del reo fue distinta, negando que fuera “apache”. Reconoció la disputa con el encargado de la obra, que salió por la noche con amigos y sobre las cinco alguien le increpó en un bar, por lo que se enfadó y salió de allí. Que una vez en la calle, el sereno le amenazó con el chuzo para que se dejara registrar, por lo que echó a correr. De repente sintió un golpe con un sable en la cabeza y sacó el revolver para defenderse, haciendo sólo tres disparos al aire, en ningún momento apuntó a los guardias, tras lo que ya no recuerda más de lo había hecho.

Guardias de Seguridad y un sereno, haciendo frente a un “apache” de elevada estatura, de complexión muy robusta, que fue campeón de boxeo en Francia y que terminó con la cabeza vendada, por los golpes de los sables,  con el ojo izquierdo morado y atado a una escalera para poder controlarlo.

Ese mismo día, la prensa escribía sobre la detención, junto a su amante,  de Francisco Anglada Cartier, calificándolo de “apache”, quien había penado quincena en San Sebastián y llevaba múltiples tatuajes en diferentes partes del cuerpo, leyéndose consignas subversivas y apreciándose una representación de un oficial francés con cara de cerdo, colgando de una horca. Ingresó en la cárcel a disposición del cónsul francés.

Una pincelada de las andanzas de los “apaches” por Madrid, que no fueron ni mucho menos lo beligerantes y problemáticos que en París, donde llegaron a sumar unos 30.000 componentes. Delincuentes con depuradas técnicas de combate callejero que sembraron el caos, el terror y la anarquía en el París anterior a la “belle époque”.  Subcultura del lumpen armado, que dejó un reguero de delitos, de policías ensangrentados y de mujeres burguesas atraídas por su forma de vida. Está considerado como uno de los fenómenos culturales y sociales más salvajes e interesantes del siglo XX. Crearon sus propios códigos de lealtad y de silencio, su particular forma de vestir, una jerga propia, junto a las armas que utilizaban en el cuerpo a cuerpo, la más característica la pistola apache. En España encontramos choques aislados con la Policía en Madrid y Barcelona.               

 

Acerca de Polhistoria

Doctorando en Historia Contemporánea USAL Historiador de la Policía

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